lunes, 14 de julio de 2008

Sin documentos


Déjame atravesar el viento sin documentos

que lo haré por el tiempo que tuvimos...

Porque no queda salida, porque pareces dormido,

porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida...

Andrés Calamaro

Noches con olor a juventud mezclado con olor a concha de coco, caminatas por senderos con olor a manzanilla, hamacas amables siempre dispuestas a adaptarse a la forma de nuestro cuerpo para brindarnos dulces sueños.

Atardeceres contemplados desde la cima de una piedra con la brisa acariciando cada milímetro de nuestro cuerpo, mientras su silbido acompaña la suave melodía compuesta por el sonido del mar y las notas que LSD toca en su guitarra, y que nosotras escuchamos al fondo, bien al fondo de nuestro mundo de lentos y desordenados pensamientos. Vuelve el olor a manzanilla, aunque estemos enfrente del mar.

El viaje de regreso es largo. Nos espera nuevamente el Tayrona lleno de senderos resbalosos, olor a tierra mojada y naturaleza mansa, también un largo viaje por una carretera que no veremos porque el sueño nos vencerá en el intento de captar fragmentos de ella. Volvemos con unos kilos menos tanto en nuestros cuerpos, como en nuestros morrales, kilos menos de preocupaciones, y en mi caso kilos menos de nostalgias. En mi morral sigo cargando con el vacío de tu ausencia, pero esta vez me pesa menos, mucho menos.


Esta es una de las tantas notas e imágenes de un viaje al otro lado de la frontera que emprendimos en un jeepp lleno de colombianos ilegales, una mañana a 30 grados de empegostante calor. Cinco horas más tarde, montados en un autobus clandestino, que nos ofrecía una trocha como camino para evadir la huelga de transportistas que mantenía la frontera cerrada, los ilegales eramos nosotros...he aquí el balance de un viaje que prometía ser una experiencia al mejor estilo de The Beach---

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