sábado, 26 de julio de 2008

Have you ever seen anything that kind...



Es lunes y amaneció lloviendo. Aún con los ojos cerrados y envuelta en mis cobijas escucho caer la lluvia con su ritmo acompasado que, al chocar con las rejas de mi ventana produce un sonido que parece el de unas campanas. Son las 6:30 de la mañana, aunque parece más temprano. La lluvia y el frío invitan a seguir durmiendo; pero es lunes, sí, lunes.

Me asomo para ver si está próximo a escampar y me quedo contemplando su recorrido incesante. Una ráfaga de viento frío sopla algunas gotas que mojan mi cara y, de repente siento que afuera hay algo de lo me estoy perdiendo. Son las 6:35 am. Continuo atrapada en mi contemplación.

El estado de placidez sólo es interrumpido por la nostalagia que, como siempre se instaura sin permiso. Esta vez desempolva los momentos en los que mojarse bajo la lluvia era parte de nuestros juegos, cuando no teníamos noción de la libertad que aquel acto implicaba. Recordé entonces el poema que escribió mi amigo Carlos Benítez un día, hace más de cuatro años, cuando la lluvia lo hizo añorar aquellos momentos en los que la adultez aún no nos había privado de los placeres que el universo nos pone en la punta de los dedos...

Lluvia

Ahora mis ropas se inundan
y la fibra se adormece la humedad aparece
cuando sobre mi cabeza salpican
gotas de acuarela transparente y cambia la semblanza de todo lo presente.

El tiempo me había alejado de sus toques insistentes
la edad pudo haberme vuelto temeroso y persistente
quizá quería mojarme
pero la adultez me gobernaba
y el calendario poco a poco borraba
lo que una vez degusté sin temor
ahora, aunque me persiga, siempre huyo
y si por casualidad me roza, me protejo
no sé de qué...aún lo ignoro
siempre invento una excusa
para que su acelerada marcha no me alcance
llegó la hora de regresar para inundar mi alma de sensaciones.

Ahora mi cabello tiene un dibujo distinto
ahora mi franela luce de un color diferente
ahora el goteo es incesante y complaciente
y en mi cara comienza una sonrisa a dibujarse
ya no caben más gotas de alegría en mi corazón

comienzo a estar satisfecho
ya no me resguarda un techo
es hora de recordar lo que signfica bailar bajo la lluvia
en una danza gloriosa e interminable
que te hace levantar los brazos y gritar para no ser vencido
y agradecerle al mundo que estás vivo.

Carlos Benítez, 2004.

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